Foto cortesía de José Ramón Montesinos
Mosqueado por lo inoportuno, incómodo por no poder entrenar como pretendía, y controlando con mimo la carga de esfuerzos durante lo poco que restaba en la última semana, llegué a pensar que no pintaba nada bien la carrera en Tenerife este domingo.
Todavía lo veía peor al tener en cuenta que estaba a pocos días de una prueba que llaman "Rompepiernas" por el perfil exigente de su trazado, en el que se combina subidas bestiales con bajadas de vértigo. Pero aquí, como siempre, no era cuestión de asustarse, sino de cerebro y músculo.
Por si no existieran suficientes nubarrones en el ambiente, la agencia metereológica preveía para ese domingo chubascos de carácter tormentoso, con rachas de viento en torno a los 75 km./h. Seguía sin pintar nada bien. Sólo me faltaba recaer con otro catarrazo. Fuerza y honor dicen en las pelis de romanos.
Los cadetes formábamos junto a los juveniles y a los máster 40 y 50 un nutrido grupo a la salida de la TF-1, en Las Chafiras. Se trataba de masticar asfalto durante aproximadamente hora y media por los 65 km de la TF-28, carretera interior del este de Tenerife, que se iniciaba en el municipio sureño de San Miguel y discurriría por Charco del Pino, Granadilla, que tan buen recuerdo evocaba aún, Chimiche, El Río, Arico, Icor, Fasnia y finalizando en el Escobonal, municipio de Güímar.
La rampa de salida era lo suficiente fuerte como para iniciar los primeros descartes, y a la altura de El Roque ya la familia Bicitel se situó dónde permanecería durante casi toda la carrera, a pocas ruedas de los corredores del Almacenes Álvarez y del Loro Parque, los cuales se iban relevando en la cabeza.
Todo iba según lo planeado en el guión, pero a la mitad del recorrido empezó la lluvia intermitente. Escasa pero suficiente para humedecer la calzada y convertir la prueba en un campo de batalla, con caídas frecuentes y corredores en la cuneta, los cuales vestían huellas de asfalto y sangre sobre los maillots.
Precisamente fue una caída lo que produjo una montonera en el pelotón, a unos 20 Km. de la meta, la cual trajo consigo un corte importante en el que logré escapar, y que a la postre, se evidenció como definitivo para que obtuviera un tiempo considerable.
La sorpresa grata del día vino de la mano de mi compañero Josué Suárez, que confirmando su buen estado de forma consiguió el segundo puesto y demostró que habrá que contar con él en lo sucesivo.
En la categoría juvenil, dominio claro también del Bicitel, con Yelco Rodríguez y Javi Perdomo, los cuales lograron respectivamente 1º y 3º puesto.
Al finalizar, cuando subimos al coche del equipo que se encontraba en la parte trasera de la carrera, caímos en la cuenta de lo alcanzado. El coche tenía en los sillones traseros, en los delanteros y hasta en las paredes, rastros de sangre y sudor de los corredores que fueron recogidos por Fernando deportivamente, a modo de ambulancia. Y pese a todos los inconvenientes, habíamos aprobado con nota en las dos categorías en la que habíamos participado: Pódium de cadetes, 1º y 2º; Pódium de juveniles, 1º y 3º. Sangre, sudor y ruedas.
Los cadetes formábamos junto a los juveniles y a los máster 40 y 50 un nutrido grupo a la salida de la TF-1, en Las Chafiras. Se trataba de masticar asfalto durante aproximadamente hora y media por los 65 km de la TF-28, carretera interior del este de Tenerife, que se iniciaba en el municipio sureño de San Miguel y discurriría por Charco del Pino, Granadilla, que tan buen recuerdo evocaba aún, Chimiche, El Río, Arico, Icor, Fasnia y finalizando en el Escobonal, municipio de Güímar.
La rampa de salida era lo suficiente fuerte como para iniciar los primeros descartes, y a la altura de El Roque ya la familia Bicitel se situó dónde permanecería durante casi toda la carrera, a pocas ruedas de los corredores del Almacenes Álvarez y del Loro Parque, los cuales se iban relevando en la cabeza.
Todo iba según lo planeado en el guión, pero a la mitad del recorrido empezó la lluvia intermitente. Escasa pero suficiente para humedecer la calzada y convertir la prueba en un campo de batalla, con caídas frecuentes y corredores en la cuneta, los cuales vestían huellas de asfalto y sangre sobre los maillots.
Precisamente fue una caída lo que produjo una montonera en el pelotón, a unos 20 Km. de la meta, la cual trajo consigo un corte importante en el que logré escapar, y que a la postre, se evidenció como definitivo para que obtuviera un tiempo considerable.
La sorpresa grata del día vino de la mano de mi compañero Josué Suárez, que confirmando su buen estado de forma consiguió el segundo puesto y demostró que habrá que contar con él en lo sucesivo.
En la categoría juvenil, dominio claro también del Bicitel, con Yelco Rodríguez y Javi Perdomo, los cuales lograron respectivamente 1º y 3º puesto.
Al finalizar, cuando subimos al coche del equipo que se encontraba en la parte trasera de la carrera, caímos en la cuenta de lo alcanzado. El coche tenía en los sillones traseros, en los delanteros y hasta en las paredes, rastros de sangre y sudor de los corredores que fueron recogidos por Fernando deportivamente, a modo de ambulancia. Y pese a todos los inconvenientes, habíamos aprobado con nota en las dos categorías en la que habíamos participado: Pódium de cadetes, 1º y 2º; Pódium de juveniles, 1º y 3º. Sangre, sudor y ruedas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario